viernes, 11 de abril de 2014

Practicando el amor en la justicia y la convivencia.

Hace unas noches mi esposa compartía conmigo esta porción de La Escritura: “No harás injusticia en el juicio, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande; con justicia juzgarás a tu prójimo. No andarás chismeando entre tu pueblo. No atentarás contra la vida de tu prójimo. Yo Jehová. No aborrecerás a tu hermano en tu corazón; razonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado. No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová”. (Levítico 19: 15-18)

En este mandato de nuestro Padre y Dios, nos está dando cinco puntos importantísimos, no sólo sobre obediencia a Él, sino también de convivencia con nuestro prójimo, cumpliendo de esta manera fielmente el resumen de la ley y los profetas, así como nos lo enseñó nuestro Maestro (Mateo 22:40).

Estoy Convencido que la práctica de la Escritura, más allá de nuestros diversos pensamientos e ideologías, es la única vía real que puede llevarnos a lograr una sana convivencia con nuestro prójimo, aunado a ello, como cristianos nuestra única guía de vida y de relación con el Salvador es a través de su Palabra.

Analizando un poco el texto bíblico podemos extraer lo siguiente:

1.     “No harás injustica en el juicio, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande; con justicia juzgarás a tu prójimo”: Lamentablemente es una debilidad de criterio propia de nuestra naturaleza pecaminosa, que en determinados casos nuestra “razón”, tienda a inclinarse por aquello a lo que somos afectos ideológica o sentimentalmente, sin importar que la objetividad y la verdad nos muestren todo lo contrario. No es pecado “pensar distinto”, pero sí nos puede llevar a pecar y trasgredir los mandatos de nuestro Señor, el torcer el derecho y la justica a conveniencia (Habacuc 1: 4).
Como creyentes y discípulos de Jesucristo debemos practicar la justicia según nos lo enseña su Palabra, incluso por encima de nuestras propias convicciones aprendidas a lo largo de nuestras vidas. Si no lo hacemos, no estamos siendo discípulos ni estamos amando a nuestro Redentor como Él nos lo demanda (San Juan 14: 15).
  
2.   “No andarás chismeando entre tu pueblo”: Es muy fácil ser juez a priori de las circunstancias que ocurren a nuestro derredor, sobre todo cuando la persona implicada no está presente, y cuando no hay forma de escuchar sus argumentos para defenderse o justificar sus ideas o acciones. El chisme es murmuración, y lamentablemente éste no tiende a ser edificante, sino destructivo, por ello nuestro Dios lo condena. Si queremos convivir sanamente con nuestro prójimo debemos alejarnos totalmente de la murmuración.

3.     “No atentarás contra la vida de tu prójimo”: El origen de las guerras y los asesinatos en la mayor parte de las ocasiones, se dan por una causa llamada “desacuerdo”, el cual no está sujeto únicamente a los pensamientos, sino a la conducta y dirección de vida que viven personas a diferencia de otras (expresiones, vestimentas, posesiones, etc). No es aceptable que dentro de la sociedad se justifique jamás la violencia, sin importar su origen (incluso si llegamos a tener algún tipo de afinidad con dicho origen). Como creyentes debemos en todo tiempo evitar involucrarnos con cualquier tipo de justificación de la violencia y la muerte.

4.     “No aborrecerás a tu hermano en tu corazón; razonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado”: Es indispensable que como creyentes convencidos de nuestra identidad, nos abstengamos de propiciar o mantener contiendas que nos lleven a permitir que en nuestro corazón pueda germinar la semilla del odio o el rencor, pues como hijos de Dios debemos practicar primeramente el amor y la tolerancia, pues nuestro principal objetivo es presentar a nuestro Salvador a todo el mundo, a fin de cumplir con nuestra suprema comisión.

5.   No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo”: Es muy probable que alguna oportunidad pasada, o incluso presente, fuésemos heridos, maltratados o incluso afectados en nuestra integridad física, emocional o incluso espiritual, no obstante ello no nos da carta abierta para tomar la justicia por nuestra propia mano. Nuestro Padre nos ha declarado lo siguiente. “Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor” (Hebreos 10: 30). Recordemos lo enseñado a través del apóstol Pablo: “No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres” (Romanos 12: 17-18).

Hoy más que nunca, en medio de las tribulaciones y los acontecimientos que suceden día a día, como creyentes debemos aferrarnos aún más a las Palabras de nuestro Señor, a fin de ser embajadores del Reino de Los Cielos.

No te voy a decir que ello es fácil o sencillo, pues nuestra naturaleza está opuesta a ello, pero si algo nos prometió Jesús es que no nos dejaría solos, por lo cual el apóstol Pablo nos recuerda en la carta escrita a los Romanos lo siguiente: “Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8: 3-4).

Te invito hoy a buscar a través del Espíritu Santo lo imposible para nosotros para poder ser ejemplo a los creyentes y no creyentes del amor y la fidelidad de nuestro Dios.

Dios te bendiga.

Douglas y Dayana García