Hace unas noches mi esposa compartía conmigo
esta porción de La Escritura: “No harás
injusticia en el juicio, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande;
con justicia juzgarás a tu prójimo. No andarás chismeando entre tu pueblo. No
atentarás contra la vida de tu prójimo. Yo Jehová. No aborrecerás a tu hermano
en tu corazón; razonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado.
No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu
prójimo como a ti mismo. Yo Jehová”. (Levítico 19: 15-18)
En este mandato de nuestro Padre y Dios, nos
está dando cinco puntos importantísimos, no sólo sobre obediencia a Él, sino
también de convivencia con nuestro prójimo, cumpliendo de esta manera fielmente
el resumen de la ley y los profetas, así como nos lo enseñó nuestro Maestro
(Mateo 22:40).
Estoy Convencido que la práctica de la
Escritura, más allá de nuestros diversos pensamientos e ideologías, es la única
vía real que puede llevarnos a lograr una sana convivencia con nuestro prójimo,
aunado a ello, como cristianos nuestra única guía de vida y de relación con el
Salvador es a través de su Palabra.
Analizando un poco el texto bíblico podemos
extraer lo siguiente:
1. “No harás injustica en el juicio, ni
favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande; con justicia juzgarás a tu
prójimo”: Lamentablemente es una debilidad de criterio
propia de nuestra naturaleza pecaminosa, que en determinados casos nuestra “razón”,
tienda a inclinarse por aquello a lo que somos afectos ideológica o
sentimentalmente, sin importar que la objetividad y la verdad nos muestren todo
lo contrario. No es pecado “pensar distinto”, pero sí nos puede llevar a pecar
y trasgredir los mandatos de nuestro Señor, el torcer el derecho y la justica a
conveniencia (Habacuc 1: 4).
Como creyentes y discípulos de
Jesucristo debemos practicar la justicia según nos lo enseña su Palabra,
incluso por encima de nuestras propias convicciones aprendidas a lo largo de
nuestras vidas. Si no lo hacemos, no estamos siendo discípulos ni estamos
amando a nuestro Redentor como Él nos lo demanda (San Juan 14: 15).
2. “No andarás chismeando entre tu pueblo”: Es
muy fácil ser juez a priori de las circunstancias que ocurren a nuestro
derredor, sobre todo cuando la persona implicada no está presente, y cuando no
hay forma de escuchar sus argumentos para defenderse o justificar sus ideas o
acciones. El chisme es murmuración, y lamentablemente éste no tiende a ser
edificante, sino destructivo, por ello nuestro Dios lo condena. Si queremos
convivir sanamente con nuestro prójimo debemos alejarnos totalmente de la
murmuración.
3. “No atentarás contra la vida de tu
prójimo”: El origen de las guerras y los asesinatos en la mayor
parte de las ocasiones, se dan por una causa llamada “desacuerdo”, el cual no
está sujeto únicamente a los pensamientos, sino a la conducta y dirección de
vida que viven personas a diferencia de otras (expresiones, vestimentas,
posesiones, etc). No es aceptable que dentro de la sociedad se justifique jamás
la violencia, sin importar su origen (incluso si llegamos a tener algún tipo de
afinidad con dicho origen). Como creyentes debemos en todo tiempo evitar
involucrarnos con cualquier tipo de justificación de la violencia y la muerte.
4. “No aborrecerás a tu hermano en tu
corazón; razonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado”: Es
indispensable que como creyentes convencidos de nuestra identidad, nos
abstengamos de propiciar o mantener contiendas que nos lleven a permitir que en
nuestro corazón pueda germinar la semilla del odio o el rencor, pues como hijos
de Dios debemos practicar primeramente el amor y la tolerancia, pues nuestro
principal objetivo es presentar a nuestro Salvador a todo el mundo, a fin de
cumplir con nuestra suprema comisión.
5. “No
te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu
prójimo como a ti mismo”: Es muy probable que alguna oportunidad
pasada, o incluso presente, fuésemos heridos, maltratados o incluso afectados
en nuestra integridad física, emocional o incluso espiritual, no obstante ello
no nos da carta abierta para tomar la justicia por nuestra propia mano. Nuestro
Padre nos ha declarado lo siguiente. “Mía
es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor” (Hebreos 10: 30).
Recordemos lo enseñado a través del apóstol Pablo: “No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los
hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos
los hombres” (Romanos 12: 17-18).
Hoy más que nunca, en medio
de las tribulaciones y los acontecimientos que suceden día a día, como
creyentes debemos aferrarnos aún más a las Palabras de nuestro Señor, a fin de
ser embajadores del Reino de Los Cielos.
No te voy a decir que ello
es fácil o sencillo, pues nuestra naturaleza está opuesta a ello, pero si algo
nos prometió Jesús es que no nos dejaría solos, por lo cual el apóstol Pablo
nos recuerda en la carta escrita a los Romanos lo siguiente: “Porque lo que era imposible para la ley,
por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de
carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que
la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la
carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8: 3-4).
Te invito hoy a buscar a
través del Espíritu Santo lo imposible para nosotros para poder ser ejemplo a
los creyentes y no creyentes del amor y la fidelidad de nuestro Dios.
Douglas y Dayana García