jueves, 8 de mayo de 2014

Convencidos de que Dios nos hará Prosperar en todo

Hoy por hoy un tema que se ha vuelto cada vez más importante en la vida del cristiano es “La Prosperidad”. Este tema ha causado encuentros y desencuentros de opiniones, así como muchas diferencias acerca de la manera como se ha afrontado el tema.

Creo que lo primero que debemos hacer en este caso es definir qué es la prosperidad. Según la Real Academia Española, Prosperidad es “El curso favorable de las cosas”. Viéndolo de forma simple, quiere decir que prosperidad es la situación provechosa de cualquier emprendimiento que realicemos. Por ejemplo prosperidad es mis estudios serían buenas calificaciones, prosperidad en mi trabajo sería una buena remuneración y alcance de las metas establecidas, prosperidad en mi negocio sería una buena utilidad, prosperidad en mi cuerpo sería una buena salud, prosperidad en mi familia sería una buena relación entre todos los integrantes.

Ahora bien, como creyentes en Cristo, ¿cuál debe ser nuestra condición o posición acerca del tema de la prosperidad?

Si hay algo de lo cual estamos convencidos es que Dios desea prosperar cada una de nuestras relaciones y emprendimientos, pero si algo creo que está claro, es que el Señor también dejó claro algunas reglas o condiciones al respecto.

En el libro de Deuteronomio en su capítulo 28, de sus versos 1 y 2 dice lo siguiente: “Y acontecerá que si escuchas diligentemente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y para poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, Jehová tu Dios te pondrá en alto sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones y te alcanzarán, si escuchas la voz de Jehová tu Dios”.

Este pasaje bíblico habla sobre seguridad, victoria, abundancia, riqueza, sabiduría y descanso, cosas a las cuales particularmente creo que podemos con libertad llamar prosperidad. No obstante si hay algo que también está claro en este pasaje, es que una de las demandas de Dios para que esa prosperidad pueda alcanzarnos es la Obediencia.

Si realmente deseamos alcanzar la prosperidad de la cual nos habla la Palabra de Dios, debemos tener en cuenta que lo primero que debemos tener en consideración es la obediencia a sus mandamientos, no a una parte de ellos o a porciones que nos agraden, sino a una observancia constante de sus voluntad y el deseo y propósito de seguir sus preceptos de forma constante.

Cabe dentro de todo esto también realizar una pregunta: ¿Si no estoy siendo prosperado por Dios estoy en pecado o fallándole a él? Esta pregunta tiene una respuesta contundente, y es: No.

Hay muchas razones por la cual tal vez no hemos alcanzando plenamente esa prosperidad que deseamos, pero va más allá de si somos obedientes a los mandamientos de nuestro Dios. Algo que te puedo asegurar es que si aún no has visto de forma constante la bendición de Dios en tu vida en cada aspecto, es porque tal vez hay áreas donde nuestro Padre aún necesita trabajar contigo, siempre y cuando mantengas el principio de la obediencia a sus mandatos.

Hay un personaje de la escritura, uno de mis héroes bíblicos favoritos, a quien te ánimo que estudies y comprendas cómo Jehová Dios le usó para ser bendición a muchos, aún hasta nuestros días: el patriarca Josué.

Josué sucedió a Moisés en el liderazgo del pueblo de Israel, teniendo bajo su responsabilidad ingresar al pueblo a la Tierra Prometida. Él recibió una promesa y un mandato de nuestro Dios, el cual fue: “Mi siervo Moisés ha muerto; levántate pues ahora, y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel. Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pise la planta de vuestro pie. (Josué 1: 2-3).

Si bien Josué había sido formado a los pies de Moisés y había contemplado todos los milagros de Dios al salir Israel de Egipto, ahora recibía la orden de tomar la promesa de Dios y hacerla una realidad, pero sin la guía de su maestro. Ya Moisés no estaba y el Salvador le estaba entregando en sus manos la responsabilidad de guiar a su pueblo.

Pero el Señor le dio la clave para poder desarrollar esa empresa: “Solamente esfuérzate, y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a la derecha ni a la izquierda, para que prosperes en todas las cosas que emprendas. Este libro de la ley nunca se apartará de tu boca, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito, porque entonces harás prosperar tu camino y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo dondequiera que vayas”. (Josué 1: 7-9)

Si realmente anhelas ver la prosperidad en tu vida, te insto a que hagas lo que dijo Jesús en el sermón del Monte de Los Olivos: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”.

Convencidos en que Dios te hará prosperar en todas las cosas y te dará salud así como prospera tu alma (3 Juan 2), te instamos a que lo busques primeramente a Él y permitas que te use para su Reino como lo desea.

Dios te bendiga.

Douglas y Dayana García