Hay una enseñanza que me gustaba mucho
compartir con mi grupo celular, y esta era: ¿Cómo
puedo aprender a reconocer la voz de Dios?
En el Evangelio según San Juan en su capítulo 10, de los
versos 27 al 29 dice lo siguiente: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco,
y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las
arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las
puede arrebatar de la mano de mi Padre”.
Sí hay algo que he comprendido bien
durante el tiempo que llevo conociendo a mi Señor y Salvador, es que en todo
momento y ocasión Él está disponible, no sólo para que podamos llegar ante su
presencia para alabarle y adorarle, sino también para guiarnos, socorrernos,
fortalecernos y ayudarnos en cualquier momento de necesidad.
Su Palabra declara: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono
de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno
socorro”. Esto es una afirmación clara y concreta acerca de que
nuestro Señor está absolutamente abierto para recibirnos, escucharnos y
ayudarnos en el momento que lo necesitemos.
Pero hay en ocasiones un gran problema
en cuanto a acudir a nuestro Señor se refiere: ¿Cómo podemos estar seguros que
Jesús nos está hablando y guiando a tomar la decisión o el camino adecuado ante
una disyuntiva o situación apremiante que se nos presenta?
El pasaje contenido en el Evangelio
según San Juan nos narra la afirmación que Jesús hacía para con sus apóstoles: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y
me siguen”. Eso quiere decir que como discípulos del Maestro deberíamos poder
reconocer su voz con facilidad, pero si hay algo que debemos reconocer es que
en ocasiones tiende a dificultársenos ello.
Cuando compartía con los chicos de mi
grupo celular, les indicaba que la mejor forma de aprender a escuchar la voz de
Dios es “escuchándola”. ¿Qué quiere decir esto? Si hemos creído en Jesús
como nuestro Señor, una de las cosas que debemos practicar diariamente es
escudriñar las escrituras, pues ellas son quienes guardan su Palabra revelada
para nosotros. Es a través de las escrituras que podremos ejercitar nuestros “oídos”
espirituales para aprender a reconocer la voz de Dios.
Hay un ejemplo que siempre me ha
gustado usar en ese sentido, y es el siguiente: Yo puedo reconocer la voz de mi
familia al teléfono casi que de manera inmediata, pero ello se debe a que con
regularidad (por no decir a diario) hablo con ellos a través del teléfono, esto
me ha permitido “ejercitar” mi oído, permitiéndome reconocer su voz sin
necesidad que se identifiquen.
De mi ejemplo parto hacia el siguiente
postulado: ¿Quieres aprender a reconocer la voz de Dios? Escúchalo a Diario,
ejercita tu oído espiritual, y podrás estar seguro del momento en el cual Él te
está hablando. Sólo tu oración y tu comunión con Dios a través de su Palabra
son los únicos medios que te permitirán conocer a tu Señor y Salvador.
Estamos Convencidos que hoy el Espíritu
Santo te está esperando para tener comunión contigo y enseñarte más acerca de
Jesús. Toma la decisión de “ejercitar” tus oídos espirituales y podrás
experimentar una real comunión con Dios.
Douglas y Dayana García