“Cuando
Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de éste? Jesús le dijo: Si quiero que
él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú”.
(San Juan 21:21-22).
Hace ya unas semanas mi esposa ministró a mi
vida a través de una enseñanza que recibió a través de un devocional que
desarrolla en su lugar de trabajo, donde tiene la dicha de poder estar junto a
hermanos en la fe, quienes mutuamente se están formando como discípulos de
nuestro Señor.
Esta enseñanza “no es nueva” para mí, no
obstante me hizo recordar algo que en ocasiones olvido y que tal vez para cada
uno de nosotros es bueno tenerlo muy en cuenta.
El contexto de esta narración se centra en
los días posteriores a la resurrección del Maestro y a la posterior convivencia
que mantiene con sus discípulos. Dentro de este marco hay un episodio corto,
pero que para nosotros tiene una gran enseñanza, la cual conviene siempre tener
presente dentro de nuestro caminar con el Señor.
Pedro después de recibir un expreso perdón del
Maestro, así como su restauración, preguntó posteriormente por “el devenir” de
otro de sus condiscípulos, y fue allí cuando llegó una respuesta, la cual en
algunas ocasiones el Señor también nos la está dando a nosotros cuando tal vez evaluamos,
cuestionamos o juzgamos el qué hacer de alguno de nuestros hermanos: “¿Qué a
ti? Sígueme tú”.
En diferentes momentos de nuestro caminar con
el Señor, tal vez nos hemos preguntado, o incluso le hemos preguntado al Señor
por qué ciertos de nuestros hermanos hace o dejan de hacer, o les acontece o
les deja de acontecer, pero lo que debemos tener presente es que “eso no nos incumbe”,
pues nuestro Señor, quien es el mismo Señor de ellos, es quien debe juzgar y
determinar lo que le acontece a cada uno de sus siervos.
Hoy la reflexión es: No te fijes o pierdas tu
enfoque en el Maestro a quien sigues debido a lo que a otro de tus
condiscípulos acontece o deja de acontecer. Tú sigue al Maestro.
Douglas y Dayana García.