jueves, 21 de noviembre de 2013

Maridos amad a vuestras mujeres

Hay una frase que siempre me decía mi cuñado Darry’s Sánchez: “El matrimonio es el mejor estado civil”. Hoy y cada día que pasa concuerdo más y más con su idea.

La Palabra de Dios en el libro de los Efesios en su capítulo 5, entre los versos 21 al 33 nos dice lo siguiente: “Someteos unos a otros en el temor de Dios. Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia. Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido”.

Hoy, por la misericordia de Dios estoy cumpliendo cuatro maravillosos y perfectos años de matrimonio; y no quiero ser exagerado, egocéntrico u orgulloso al decirlo, pues a pesar de haber enfrentado en estos bellos cuatro años con mi esposa, diferentes dificultades, diferencias, desacuerdos y todos los inconvenientes típicos de conducir una relación entre dos personas emocional, física e intelectualmente diferentes, puedo dar testimonio de que el Espíritu Santo ha estado con nosotros para ayudarnos a sobrellevar nuestras cargas, perdonarnos mutuamente cuando ha sido necesario y a pesar de las dificultades permanecer unidos. El significado de matrimonio sólo se puede entender realmente cuando permites que Dios forme parte de él, Él es ese tercer componente de esta maravillosa unión.

Ahora bien, analizando un poco esta porción de la escritura, me pude percatar que para el Señor, la relación que desea mantener con nosotros como su pueblo, es precisamente la de un esposo (Él) y una esposa (la Iglesia), donde recalca aún más la importancia que reviste el matrimonio, y por ende también hace hincapié, en el modelo original diseñado por Dios.

Hoy la rivalidad que el mundo ha creado entre hombres y mujeres ha desvirtuado cada vez más al matrimonio, puesto que nos inculcan en todas las corrientes de información y pensamiento que uno debe ser superior al otro, o se debe pelear continuamente por mostrar y/o mantener la superioridad entre sexos, pero el plan de Dios nunca fue así.

El matrimonio es una sujeción común a Dios, donde sí, el hombre fue colocado por Dios como cabeza, pero como siempre dice y nos ha enseñado nuestra pastora Mery de Bencomo: “Si bien el hombre es la cabeza, la mujer es el cuello”. ¿Qué quiere decir esto? Dios constituyó a la mujer como “ayuda idónea” del hombre, es decir, su ayuda necesaria para todo.

El apóstol Pablo decía en su carta: “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo”. Esto no quiere decir que la mujer deba obviar su personalidad ni mucho menos borrar o bloquear su manera de pensar, todo lo contrario. Si bien reconoce la autoridad de su esposo y permite que sea él quien lleve el timón del hogar, tiene el peso de saber ser consejera, motor y ancla a la vez, porque la alegoría del discípulo de nuestro maestro, es que el esposo toda decisión que tome la tomará en función del mutuo beneficio de ambos, sacrificando si es necesario sus propios intereses.

Pablo no olvida al hombre, todo lo contrario, le recuerda el peso y la importancia que reviste la autoridad delegada por Dios sobre él: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos”. Nuestro redentor nos demanda, no nos sugiere, ni mucho menos nos aconseja a los hombres sobre nuestra posición, conducta y forma de proceder en el matrimonio. El Salvador nos insta a tomar la misma posición que Él asumió y que lo condujo a la cruz: Ser capaces de dar todo sin reservas, incluso nuestra vida misma por amor a nuestra esposa, pues se nos demandará su cuidado y su condición delante de su trono algún día.

El apóstol Pablo finalmente nos recuerda: “Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia. Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido”. El matrimonio es la manifestación más próxima al deseo de nuestro Salvador para con su Iglesia, si comprendemos, valoramos y mantenemos ese vínculo perfecto que Él diseñó, estoy Convencido plenamente, que comenzaremos a ver, sentir y vivir cada día la experiencia maravillosa de la salvación de una manera diferente y especial.

Douglas García


Hoy Amada Esposa te deseo un muy, pero muy feliz aniversario y te agradezco por cada segundo que has estado a mi lado. TE AMO DAYANA.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Mi confianza está puesta en Jehová

La Palabra de Dios en el libro de Los Salmos en sus capítulo 27: 1-6 nos habla de la siguiente manera: “Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme? Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos, para comer mis carnes, ellos tropezaron y cayeron. Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado. Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo. Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; me ocultará en lo reservado de su morada; sobre una roca me pondrá en alto. Luego levantará mi cabeza sobre mis enemigos que me rodean, y yo sacrificaré en su tabernáculo sacrificios de júbilo; cantaré y entonaré alabanzas a Jehová”.

El rey David cuando escribió estas letras, inspirado por el Espíritu Santo, no se encontraba en el mejor momento de su vida, quizás el momento exacto en el cual se encontraba era en medio de una batalla de las muchas que peleó, o incluso era cuando se encontraba huyendo del rey Saúl cuando éste buscaba matarle.

El Espíritu Santo hoy desea hablarnos a través de esta escritura nuevamente, para recordarnos algo muy importante, y eso es que mientras nuestras confianza esté siempre en él no tenemos porque desmayar por la angustia y la preocupación.

David declaraba poderosos principios de vida para el creyente, los cuales requieren que nuestra fe se mantenga firme y sin tambalear, para que podamos ver en nuestro día a día la poderosa mano de Dios.

1.     Si estoy Convencido que Jehová es mi luz y salvación, no tengo por temer, mi Padre me guardará siempre de todo mal, pues Él es mi fortaleza, y como mi Padre Él me guardará.

2.     Aún cuando los problemas parecieran que me arropan y no me dejan escape, si mi confianza está en Él, puedo estar Convencido que Él me librará.

3.     Si mi prioridad es estar en su presencia cada día, nada que el mundo pueda hacer contra mí me dañará, pues Él me esconderá y me guardará.

4.     Si descanso en Él, puedo estar Convencido que mi recompensa vendrá de su parte sin defecto y sin mengua, por lo cual mi prioridad debe ser dar mi vida para su gloria y alabanza.

Te animo a no desmayar ni a dudar que el Padre de los cielos y Dios todo poderoso guardará tu vida en todo momento si estás Convencido que él puede hacerlo y además te insto a darle por ello la gloria y la honra en todo momento.
Dios te bendiga.

Douglas y Dayana García