viernes, 31 de octubre de 2014

Convencidos en qué sólo la Fe puede llevarnos a ver el Poder de Dios manifestado

La primera “prédica” de la Palabra de Dios que puedo recordar haber recibido, data aproximadamente del año 1984 o 1985, cuando contaba entre 4 y 5 años de edad. De “alguna manera” este es un recuerdo “imborrable” de mi memoria. Claro está, hoy sé que es gracias al Espíritu Santo de Dios que vive en mí que dicho recuerdo permanece en mi mente y corazón, pues fue la “semilla” que se sembró en mi corazón y años más tarde sirvió para dar en mí un fruto de reconocimiento de “pecado, juicio y justicia”.

La Palabra recibida por mí fue impartida a través de un misionero llamado Jimmy Swaggart, y la misma la recibí un día Domingo a través de una canal de televisión nacional. La cita que no puedo olvidar (gracias a nuestro Salvador) se encuentra en el Libro de Mateo, en su capítulo 15, de los versos 21 al 28: “Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón. Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. Él respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Entonces ella vino y se postró ante Él, diciendo: ¡Señor, socórreme! Respondiendo Él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora”.

Debido a mi corta edad no logré comprender mucho realmente este pasaje bíblico, pero sí hubo algo que no dejó de dar vueltas en mi cabeza durante mucho tiempo, y fue: ¿Por qué Jesús, nuestro Señor y Salvador no “quería” ayudar a esa mujer? ¿No era Jesús el Salvador de la humanidad? ¿Por qué actuaba con tanta “inhumanidad”? ¿No era genuina la necesidad de esa mujer y su hija?

Este pasaje de la Escritura de una u otra manera siempre rondaba en mi cabeza, al igual que la imagen de ese predicador y la fotografía en mi imaginación de la mujer pidiendo a Jesús ayuda y Él en principio “negándosela”.

Luego de conocer a Jesús como mi Señor y Salvador a la edad de 14 años y comenzar a escudriñar las escrituras me volví a conseguir ese pasaje en una u otra oportunidad, no obstante, no fue sino hasta pasados algunos años y posterior a conocer más a mi Redentor que me fue dado conocimiento y entendimiento acerca de esta situación que narró el evangelista Mateo.

Más allá de ciertos “principios” doctrinales de tiempo y lugar (cosa en la cual no adentraré en este momento, pues no es el propósito de este artículo), pude entender una “Máxima” acerca de cómo se mueve la mano de Dios en nuestras vidas, así como también de cómo y porqué actúa su poder en diversas circunstancias que nos rodean.

1.    Dios no obra ni se mueve en nuestras vidas según nuestra necesidad (por muy aparente o dura que ésta pueda ser), sino según nuestra Fe: Si hay algo que podemos realmente destacar en esta narración, es que la madre de la niña reconoció ampliamente que sólo Jesús podía sanar a su hija, por ello acudía a Él, y lo importunaba pues sabía que su poder era la solución para la enfermedad de la joven.

2.   El Señor reconoce la Fe puesta en acción, e independientemente de nosotros, si creemos que Él puede obrar de forma maravillosa en nuestras vidas, así será.

3.     La Fe acompañada de la humildad y la humillación en reconocimiento de la autoridad de Dios, son un elemento poderoso que actúa en nuestro favor para poder ver el poder de Dios en acción.
Algo que he aprendido a lo largo de conocer a mi Salvador, es que la Fe no consiste en decir que creo, sino en actuar creyendo. ¿Qué quiere decir esto? Si realmente creo en la Palabra que Dios ha dado a mi vida, me muevo tras esa Palabra, la persigo y persisto en ella hasta verla materializada (Habacuc 2: 2).

Esta enseñanza aprendida la compartí con mi esposa y me animo a compartirla en este momentos con ustedes, ya que un gran amigo llamado Oscar Orengo de Puerto Rico, me la recordó esta semana a través de su perfil en Facebook, debido a lo cual el Señor inquietó mi corazón a compartirla.

Junto a mi esposa, estamos Convencidos que si crees sin dudar, la Palabra que le dio el Maestro a Marta antes de resucitar a su hermano Lázaro también será una realidad para ti: “¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?” (Juan 11: 40).

Douglas y Dayana García
31-10-2014