La
primera “prédica” de la Palabra de Dios que puedo recordar haber recibido, data
aproximadamente del año 1984 o 1985, cuando contaba entre 4 y 5 años de edad.
De “alguna manera” este es un recuerdo “imborrable” de mi memoria. Claro está,
hoy sé que es gracias al Espíritu Santo de Dios que vive en mí que dicho
recuerdo permanece en mi mente y corazón, pues fue la “semilla” que se sembró
en mi corazón y años más tarde sirvió para dar en mí un fruto de reconocimiento
de “pecado, juicio y justicia”.
La
Palabra recibida por mí fue impartida a través de un misionero llamado Jimmy
Swaggart, y la misma la recibí un día Domingo a través de una canal de
televisión nacional. La cita que no puedo olvidar (gracias a nuestro Salvador)
se encuentra en el Libro de Mateo, en su capítulo 15, de los versos 21 al
28: “Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón. Y
he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba,
diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es
gravemente atormentada por un demonio. Pero Jesús no le respondió palabra.
Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da
voces tras nosotros. Él respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las
ovejas perdidas de la casa de Israel. Entonces ella vino y se postró ante Él,
diciendo: ¡Señor, socórreme! Respondiendo Él, dijo: No está bien tomar el pan
de los hijos, y echarlo a los perrillos. Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los
perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces
respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como
quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora”.
Debido a
mi corta edad no logré comprender mucho realmente este pasaje bíblico, pero sí
hubo algo que no dejó de dar vueltas en mi cabeza durante mucho tiempo, y fue:
¿Por qué Jesús, nuestro Señor y Salvador no “quería” ayudar a esa mujer? ¿No
era Jesús el Salvador de la humanidad? ¿Por qué actuaba con tanta
“inhumanidad”? ¿No era genuina la necesidad de esa mujer y su hija?
Este
pasaje de la Escritura de una u otra manera siempre rondaba en mi cabeza, al
igual que la imagen de ese predicador y la fotografía en mi imaginación de la
mujer pidiendo a Jesús ayuda y Él en principio “negándosela”.
Luego de
conocer a Jesús como mi Señor y Salvador a la edad de 14 años y comenzar a
escudriñar las escrituras me volví a conseguir ese pasaje en una u otra
oportunidad, no obstante, no fue sino hasta pasados algunos años y posterior a
conocer más a mi Redentor que me fue dado conocimiento y entendimiento acerca
de esta situación que narró el evangelista Mateo.
Más allá
de ciertos “principios” doctrinales de tiempo y lugar (cosa en la cual no
adentraré en este momento, pues no es el propósito de este artículo), pude
entender una “Máxima” acerca de cómo se mueve la mano de Dios en nuestras
vidas, así como también de cómo y porqué actúa su poder en diversas
circunstancias que nos rodean.
1. Dios no obra ni se mueve en nuestras vidas según nuestra necesidad
(por muy aparente o dura que ésta pueda ser), sino según nuestra Fe: Si hay
algo que podemos realmente destacar en esta narración, es que la madre de la
niña reconoció ampliamente que sólo Jesús podía sanar a su hija, por ello
acudía a Él, y lo importunaba pues sabía que su poder era la solución para la
enfermedad de la joven.
2. El Señor reconoce la Fe puesta en acción, e independientemente de
nosotros, si creemos que Él puede obrar de forma maravillosa en nuestras vidas,
así será.
3.
La Fe acompañada de la humildad y la humillación en reconocimiento
de la autoridad de Dios, son un elemento poderoso que actúa en nuestro favor
para poder ver el poder de Dios en acción.
Algo que
he aprendido a lo largo de conocer a mi Salvador, es que la Fe no consiste en
decir que creo, sino en actuar creyendo. ¿Qué quiere decir esto? Si realmente
creo en la Palabra que Dios ha dado a mi vida, me muevo tras esa Palabra, la
persigo y persisto en ella hasta verla materializada (Habacuc 2: 2).
Esta
enseñanza aprendida la compartí con mi esposa y me animo a compartirla en este
momentos con ustedes, ya que un gran amigo llamado Oscar Orengo de Puerto Rico,
me la recordó esta semana a través de su perfil en Facebook, debido a lo cual
el Señor inquietó mi corazón a compartirla.
Junto a
mi esposa, estamos Convencidos que si crees sin dudar, la Palabra que le dio el
Maestro a Marta antes de resucitar a su hermano Lázaro también será una
realidad para ti: “¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de
Dios?” (Juan 11: 40).
Douglas y
Dayana García
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