viernes, 3 de junio de 2016

Convencidos el Poder Sanador de Cristo

Hace ya dieciocho años, padecí junto a mi familia una terrible enfermedad, la cual estuvo a punto de consumir mi vida por completo: Tuberculosis Meníngea en grado crónico.

Para quienes no la conocen, esta enfermedad deriva de la incubación del virus de la tuberculosis en la membrana meníngea, la cual es la encargada de cubrir y proteger al cerebro y la médula espinal (el sistema nervioso en general), cuyos pronósticos son bastante reservados.

A pesar de lo anterior, pude experimentar en mi cuerpo el poder sanador de nuestro Señor Jesucristo, el cual alcanzó en la cruz por nosotros (1ra Pedro 2:24: “quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados”.), pudiendo hoy estar en pie gozando de la vida que Jesús me ha brindado.

¿Porque escribir esto hoy? Pues hace unos días (el 23 de mayo para ser exactos), sufrí una crisis convulsiva “producto de una cicatriz” que dejó en mi cerebro dicha enfermedad.

Por un momento me pregunté: ¿por qué? Ya que como indiqué anteriormente, estoy plenamente convencido de mi sanidad. No obstante ello me ha hecho reflexionar en varios puntos, los cuales son los que me han motivado a escribir estas líneas e intentar compartir contigo amigo(a) lector(a), lo siguiente: Si Jesús ha hecho algo maravilloso en ti. Por favor: ¡no dudes en compartirlo!, y eso es precisamente a lo que me quiero avocar.

No tengo una respuesta de mi Salvador sobre lo ocurrido, pero si tengo una certeza: ¡Estoy sano! Aun cuando he tenido varias dificultades, hoy tengo la dicha de encontrarme formando un hogar junto a mi esposa y a mi bello hijo Caleb (quien apenas tiene dos meses de nacido y es hermoso), y nada de esto por la lógica estaba previsto, pues para “la ciencia” ya debería estar de retorno en el polvo de la tierra. He alcanzado metas y otras aún están por ser alcanzadas, pero no me rindo, pues mi Salvador me ha asegurado lo siguiente: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis”. (Jeremías 29:11).

Lo que quiero transmitirte no se trata de “confesiones positivas” o de “palabras mágicas” para usar, te quiero transmitir las palabras del Maestro que usó con Marta, la hermana de Lázaro antes de su resurrección, y son las siguientes: “¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?” (Juan 11:40). Se trata de creer y esperar en que nuestro Señor Jesús obrará en toda circunstancia de nuestra vida, pues ya no nos pertenecemos a nosotros mismos, le pertenecemos a Él (1 Corintios 6:19-20).

Hoy quiero creer que estas palabras que estoy escribiendo servirán de fortaleza y ánimo para alguien quien las está necesitando, y a ese alguien le reitero: ¡Cree! Para el cristiano sólo vale una cosa: Creer.

Nuestro Señor alcanzó la victoria que necesitábamos en la cruz, no necesitamos más nada, así que si te encuentras en un momento apremiante, difícil y de lucha, te insto a que creas a la victoria que Jesús alcanzó por ti en la cruz y confíes en que Él hará (Salmo 37:5), pues Él no cambia (Malaquías 3:6).

Estoy convencido el poder sanador y libertador de nuestro Señor Jesucristo, y si crees lo podrás vivir también en tu vida.

Douglas García
03/06/2016

No hay comentarios:

Publicar un comentario