Ha comenzado un nuevo año. Llegó el 2.019, y a
pesar de que ya ha transcurrido la primera semana del año, es un buen momento
para hacer un alto dentro de todo lo que hasta ahora hemos hecho, y además de
tal vez evaluar lo que ya hemos hecho o el camino que hemos recorrido, es también
un buen momento para poner nuestra mirada hacia el horizonte y visualizar o
proyectar hacia donde nos dirigimos y qué pensamos hacer de ahora en adelante.
Conversando con mi esposa, ella me hizo reflexionar
con respecto a algo: Si bien tenemos muchos sueños y anhelos, tal vez tenemos
pocas metas y objetivos definidos. Esto implica que realmente hay muchos deseos
de alcanzar cosas y objetivos en nuestro corazón, pero realmente no hemos hecho
la tarea de cuantificar y definir qué necesitamos para alcanzarlas.
El Señor dijo lo siguiente refiriéndose a la
multitud quienes le seguían: “Porque
¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y
calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que
después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean
comiencen a hacer burla de él, diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no
pudo acabar”. (Lucas 14:28-30).
Si bien pareciera que estoy sacando de
contexto algunas de las Palabras del Maestro, hay un mensaje claro acá: No
puedo iniciar una tarea o emprender un proyecto si primero no me detengo a ver
y medir que necesito para poder cumplirlo o terminarlo.
Por otro lado, en el libro de Santiago nos
dice lo siguiente: “El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus
caminos”. (Santiago 1:8). Esa inconstancia está asociada no sólo a nuestra vida
espiritual, sino a todo en nuestra vida. De hecho, sin ánimos de acusar o
polemizar, puedo asegurar que quien no es constante en cuanto desarrolla en su
vida diaria, tampoco lo es en su vida espiritual.
¿A qué quiero llegar con esto? A que este año
2019 debe marcar para nosotros un antes y un después. Un antes y un después sobre
nuestra vida espiritual y cotidiana. Un antes y un después en nuestra oración y
lectura de la Palabra. Un antes y un después en nuestra familia e iglesia. Un
antes y un después en nuestros estudios y trabajo. Un antes y un después en
nuestra predicación y discipulado. Un antes y un después en nuestro diario
desempeño.
¿Cómo comenzar? Comenzando por mí, por una introspección
y análisis, primero ante Dios y a la luz de su Palabra, y luego analizando mi
diario desempeño. Estoy convencido que si lo hacemos, este año marcará
diferencias en nuestras vidas y marcará de manera significativa la vida de
quienes están a nuestro alrededor.
Que nuestro Padre les brinde un próspero año 2.019, teniendo en mente esta Palabra: "Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma". (3 Juan 2)
Douglas y Dayana García.
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