"Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen; y fue declarado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec". Hebreos 5:7-10
Una pregunta pertinente que podría llegar a realizar cualquier creyente e incluso un incrédulo es la siguiente: ¿Por qué Dios permite que sus hijos (quienes han aceptado a Jesús como su Señor y Salvador: Juan 1:12) sufran dolor o pruebas que puedan incluso generar mucho sufrimiento?
Hoy como padre puedo entender, que en ocasiones mi hijo debe pasar y vivir situaciones que no son nada agradables (como una ocasión en la que le vi llorar y quejarse con dolor para poder tratar una infección de oído que contrajo, pero que posterior a ello sanó), pero por más dolorosas que sean, son inclusive inevitables y absolutamente necesarias.
Nuestro Señor Jesús es el perfecto ejemplo de ello: Para poder ofrecernos eterna salvación, tuvo que entregar su vida con sumo sufrimiento, y pagar por nosotros la sentencia por nuestros pecados: La muerte.
De ello, aún siendo Dios, la Escritura nos dice que "fue perfeccionado", siendo para nosotros el ejemplo a seguir para poder llegar a ser "perfectos" para nuestro Dios.
Esto no quiere decir que la voluntad de nuestro Dios sea que vivamos de sufrimiento en sufrimiento, sino que en ocasiones debemos pasar por el duro "calor del horno del alfarero" para poder llegar a ser esa pieza perfecta que Él necesita para sus propósitos.
Si hoy estás afrontando una dura prueba, te insto, a que más allá de cuestionar a Dios o preguntar el por qué, descanses y esperes en Él, pues estamos convencidos que a su debido tiempo te enseñará cómo se glorificará a través de lo que hoy estás viviendo, y cómo su gracia transformará esta prueba en bendición.
No hay comentarios:
Publicar un comentario