martes, 5 de noviembre de 2019

Convencidos de confiar y clamar en medio de la prueba

"Los ojos de todos esperan en ti, Y tú les das su comida a su tiempo.  Abres tu mano, Y colmas de bendición a todo ser viviente. Justo es Jehová en todos sus caminos, Y misericordioso en todas sus obras. Cercano está Jehová a todos los que le invocan, A todos los que le invocan de veras.  Cumplirá el deseo de los que le temen; Oirá asimismo el clamor de ellos, y los salvará*. Jehová guarda a todos los que le aman, Mas destruirá a todos los impíos". Salmos 145:15‭-‬20

Hay una canción de Jesús Adrián Romero que dice así: "Esperar en ti difícil sé que es. Mi mente dice no, no es posible, pero mi corazón confiado está en Ti. Tú siempre has sido fiel. Me has sostenido".

La mayoría de Los Salmos fueron escritos por el rey David o contemporáneos a él, eso quiere decir que el mayor contenido de este libro data aproximadamente entre los años 1.000 y 975 (aunque hay algunos mucho más antiguos e incluso otros también posteriores).

Hago mención a esto, pues en aquel tiempo distaban de tener una vida tan acelerada como la nuestra, sin embargo, el esperar en una situación apremiante: Desespera.

Hoy estamos en la era "microondas", donde todo debe ser rápido (por no decir inmediato), por lo cual creo que esperar de ha hecho incluso más difícil, sin embargo hay ocasiones donde no hay más opción que esperar, pues nadie puede hacer más nada al respecto.

Todos afrontamos situaciones que se escapan de nuestras manos, como por ejemplo: no poder concebir, no poder sanar en medio de una enfermedad, no poder ayudar a alguien aún cuando lo deseemos con todas nuestras fuerzas y una lista tal vez interminable.

Sin embargo, tenemos promesa y certeza (si le creemos a Dios) de que nuestro Salvador está cercano a escuchar nuestro clamor, y que así mismo nos responderá y nos dará su salvación.

En esos momentos de dura prueba, clamemos y esperemos, pues como dice Su Palabra, Él nos oirá y nos salvará.

sábado, 2 de noviembre de 2019

Convencidos de que Dios está junto a nosotros en medio de la prueba

"Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen; y fue declarado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec". Hebreos 5:7‭-‬10

Una pregunta pertinente que podría llegar a realizar cualquier creyente e incluso un incrédulo es la siguiente: ¿Por qué Dios permite que sus hijos (quienes han aceptado a Jesús como su Señor y Salvador: Juan 1:12) sufran dolor o pruebas que puedan incluso generar mucho sufrimiento?

Hoy como padre puedo entender, que en ocasiones mi hijo debe pasar y vivir situaciones que no son nada agradables (como una ocasión en la que le vi llorar y quejarse con dolor para poder tratar una infección de oído que contrajo, pero que posterior a ello sanó), pero por más dolorosas que sean, son inclusive inevitables y absolutamente necesarias.

Nuestro Señor Jesús es el perfecto ejemplo de ello: Para poder ofrecernos eterna salvación, tuvo que entregar su vida con sumo sufrimiento, y pagar por nosotros la sentencia por nuestros pecados: La muerte.

De ello, aún siendo Dios, la Escritura nos dice que "fue perfeccionado", siendo para nosotros el ejemplo a seguir para poder llegar a ser "perfectos" para nuestro Dios.

Esto no quiere decir que la voluntad de nuestro Dios sea que vivamos de sufrimiento en sufrimiento, sino que en ocasiones debemos pasar por el duro "calor del horno del alfarero" para poder llegar a ser esa pieza perfecta que Él necesita para sus propósitos.

Si hoy estás afrontando una dura prueba, te insto, a que más allá de cuestionar a Dios o preguntar el por qué, descanses y esperes en Él, pues estamos convencidos que a su debido tiempo te enseñará cómo se glorificará a través de lo que hoy estás viviendo, y cómo su gracia transformará esta prueba en bendición.

domingo, 9 de junio de 2019

¿Qué a ti?


“Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de éste? Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú”. (San Juan 21:21-22).

Hace ya unas semanas mi esposa ministró a mi vida a través de una enseñanza que recibió a través de un devocional que desarrolla en su lugar de trabajo, donde tiene la dicha de poder estar junto a hermanos en la fe, quienes mutuamente se están formando como discípulos de nuestro Señor.

Esta enseñanza “no es nueva” para mí, no obstante me hizo recordar algo que en ocasiones olvido y que tal vez para cada uno de nosotros es bueno tenerlo muy en cuenta.

El contexto de esta narración se centra en los días posteriores a la resurrección del Maestro y a la posterior convivencia que mantiene con sus discípulos. Dentro de este marco hay un episodio corto, pero que para nosotros tiene una gran enseñanza, la cual conviene siempre tener presente dentro de nuestro caminar con el Señor.

Pedro después de recibir un expreso perdón del Maestro, así como su restauración, preguntó posteriormente por “el devenir” de otro de sus condiscípulos, y fue allí cuando llegó una respuesta, la cual en algunas ocasiones el Señor también nos la está dando a nosotros cuando tal vez evaluamos, cuestionamos o juzgamos el qué hacer de alguno de nuestros hermanos: “¿Qué a ti? Sígueme tú”.

En diferentes momentos de nuestro caminar con el Señor, tal vez nos hemos preguntado, o incluso le hemos preguntado al Señor por qué ciertos de nuestros hermanos hace o dejan de hacer, o les acontece o les deja de acontecer, pero lo que debemos tener presente es que “eso no nos incumbe”, pues nuestro Señor, quien es el mismo Señor de ellos, es quien debe juzgar y determinar lo que le acontece a cada uno de sus siervos.

Hoy la reflexión es: No te fijes o pierdas tu enfoque en el Maestro a quien sigues debido a lo que a otro de tus condiscípulos acontece o deja de acontecer. Tú sigue al Maestro.

Douglas y Dayana García.

martes, 8 de enero de 2019

Convencidos de Un Nuevo Comienzo

Ha comenzado un nuevo año. Llegó el 2.019, y a pesar de que ya ha transcurrido la primera semana del año, es un buen momento para hacer un alto dentro de todo lo que hasta ahora hemos hecho, y además de tal vez evaluar lo que ya hemos hecho o el camino que hemos recorrido, es también un buen momento para poner nuestra mirada hacia el horizonte y visualizar o proyectar hacia donde nos dirigimos y qué pensamos hacer de ahora en adelante.

Conversando con mi esposa, ella me hizo reflexionar con respecto a algo: Si bien tenemos muchos sueños y anhelos, tal vez tenemos pocas metas y objetivos definidos. Esto implica que realmente hay muchos deseos de alcanzar cosas y objetivos en nuestro corazón, pero realmente no hemos hecho la tarea de cuantificar y definir qué necesitamos para alcanzarlas.

El Señor dijo lo siguiente refiriéndose a la multitud quienes le seguían: “Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar”. (Lucas 14:28-30).

Si bien pareciera que estoy sacando de contexto algunas de las Palabras del Maestro, hay un mensaje claro acá: No puedo iniciar una tarea o emprender un proyecto si primero no me detengo a ver y medir que necesito para poder cumplirlo o terminarlo.

Por otro lado, en el libro de Santiago nos dice lo siguiente: “El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos”. (Santiago 1:8). Esa inconstancia está asociada no sólo a nuestra vida espiritual, sino a todo en nuestra vida. De hecho, sin ánimos de acusar o polemizar, puedo asegurar que quien no es constante en cuanto desarrolla en su vida diaria, tampoco lo es en su vida espiritual.

¿A qué quiero llegar con esto? A que este año 2019 debe marcar para nosotros un antes y un después. Un antes y un después sobre nuestra vida espiritual y cotidiana. Un antes y un después en nuestra oración y lectura de la Palabra. Un antes y un después en nuestra familia e iglesia. Un antes y un después en nuestros estudios y trabajo. Un antes y un después en nuestra predicación y discipulado. Un antes y un después en nuestro diario desempeño.

¿Cómo comenzar? Comenzando por mí, por una introspección y análisis, primero ante Dios y a la luz de su Palabra, y luego analizando mi diario desempeño. Estoy convencido que si lo hacemos, este año marcará diferencias en nuestras vidas y marcará de manera significativa la vida de quienes están a nuestro alrededor.

Que nuestro Padre les brinde un próspero año 2.019, teniendo en mente esta Palabra: "Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma". (3 Juan 2)

Douglas y Dayana García.