viernes, 31 de octubre de 2014

Convencidos en qué sólo la Fe puede llevarnos a ver el Poder de Dios manifestado

La primera “prédica” de la Palabra de Dios que puedo recordar haber recibido, data aproximadamente del año 1984 o 1985, cuando contaba entre 4 y 5 años de edad. De “alguna manera” este es un recuerdo “imborrable” de mi memoria. Claro está, hoy sé que es gracias al Espíritu Santo de Dios que vive en mí que dicho recuerdo permanece en mi mente y corazón, pues fue la “semilla” que se sembró en mi corazón y años más tarde sirvió para dar en mí un fruto de reconocimiento de “pecado, juicio y justicia”.

La Palabra recibida por mí fue impartida a través de un misionero llamado Jimmy Swaggart, y la misma la recibí un día Domingo a través de una canal de televisión nacional. La cita que no puedo olvidar (gracias a nuestro Salvador) se encuentra en el Libro de Mateo, en su capítulo 15, de los versos 21 al 28: “Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón. Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. Él respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Entonces ella vino y se postró ante Él, diciendo: ¡Señor, socórreme! Respondiendo Él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora”.

Debido a mi corta edad no logré comprender mucho realmente este pasaje bíblico, pero sí hubo algo que no dejó de dar vueltas en mi cabeza durante mucho tiempo, y fue: ¿Por qué Jesús, nuestro Señor y Salvador no “quería” ayudar a esa mujer? ¿No era Jesús el Salvador de la humanidad? ¿Por qué actuaba con tanta “inhumanidad”? ¿No era genuina la necesidad de esa mujer y su hija?

Este pasaje de la Escritura de una u otra manera siempre rondaba en mi cabeza, al igual que la imagen de ese predicador y la fotografía en mi imaginación de la mujer pidiendo a Jesús ayuda y Él en principio “negándosela”.

Luego de conocer a Jesús como mi Señor y Salvador a la edad de 14 años y comenzar a escudriñar las escrituras me volví a conseguir ese pasaje en una u otra oportunidad, no obstante, no fue sino hasta pasados algunos años y posterior a conocer más a mi Redentor que me fue dado conocimiento y entendimiento acerca de esta situación que narró el evangelista Mateo.

Más allá de ciertos “principios” doctrinales de tiempo y lugar (cosa en la cual no adentraré en este momento, pues no es el propósito de este artículo), pude entender una “Máxima” acerca de cómo se mueve la mano de Dios en nuestras vidas, así como también de cómo y porqué actúa su poder en diversas circunstancias que nos rodean.

1.    Dios no obra ni se mueve en nuestras vidas según nuestra necesidad (por muy aparente o dura que ésta pueda ser), sino según nuestra Fe: Si hay algo que podemos realmente destacar en esta narración, es que la madre de la niña reconoció ampliamente que sólo Jesús podía sanar a su hija, por ello acudía a Él, y lo importunaba pues sabía que su poder era la solución para la enfermedad de la joven.

2.   El Señor reconoce la Fe puesta en acción, e independientemente de nosotros, si creemos que Él puede obrar de forma maravillosa en nuestras vidas, así será.

3.     La Fe acompañada de la humildad y la humillación en reconocimiento de la autoridad de Dios, son un elemento poderoso que actúa en nuestro favor para poder ver el poder de Dios en acción.
Algo que he aprendido a lo largo de conocer a mi Salvador, es que la Fe no consiste en decir que creo, sino en actuar creyendo. ¿Qué quiere decir esto? Si realmente creo en la Palabra que Dios ha dado a mi vida, me muevo tras esa Palabra, la persigo y persisto en ella hasta verla materializada (Habacuc 2: 2).

Esta enseñanza aprendida la compartí con mi esposa y me animo a compartirla en este momentos con ustedes, ya que un gran amigo llamado Oscar Orengo de Puerto Rico, me la recordó esta semana a través de su perfil en Facebook, debido a lo cual el Señor inquietó mi corazón a compartirla.

Junto a mi esposa, estamos Convencidos que si crees sin dudar, la Palabra que le dio el Maestro a Marta antes de resucitar a su hermano Lázaro también será una realidad para ti: “¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?” (Juan 11: 40).

Douglas y Dayana García
31-10-2014

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Aprendiendo a escuchar la voz de Dios

Hay una enseñanza que me gustaba mucho compartir con mi grupo celular, y esta era: ¿Cómo puedo aprender a reconocer la voz de Dios?

En el Evangelio según San Juan en su capítulo 10, de los versos 27 al 29 dice lo siguiente: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre”.

Sí hay algo que he comprendido bien durante el tiempo que llevo conociendo a mi Señor y Salvador, es que en todo momento y ocasión Él está disponible, no sólo para que podamos llegar ante su presencia para alabarle y adorarle, sino también para guiarnos, socorrernos, fortalecernos y ayudarnos en cualquier momento de necesidad.

Su Palabra declara: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. Esto es una afirmación clara y concreta acerca de que nuestro Señor está absolutamente abierto para recibirnos, escucharnos y ayudarnos en el momento que lo necesitemos.

Pero hay en ocasiones un gran problema en cuanto a acudir a nuestro Señor se refiere: ¿Cómo podemos estar seguros que Jesús nos está hablando y guiando a tomar la decisión o el camino adecuado ante una disyuntiva o situación apremiante que se nos presenta?

El pasaje contenido en el Evangelio según San Juan nos narra la afirmación que Jesús hacía para con sus apóstoles: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen”. Eso quiere decir que como discípulos del Maestro deberíamos poder reconocer su voz con facilidad, pero si hay algo que debemos reconocer es que en ocasiones tiende a dificultársenos ello.

Cuando compartía con los chicos de mi grupo celular, les indicaba que la mejor forma de aprender a escuchar la voz de Dios es “escuchándola”. ¿Qué quiere decir esto? Si hemos creído en Jesús como nuestro Señor, una de las cosas que debemos practicar diariamente es escudriñar las escrituras, pues ellas son quienes guardan su Palabra revelada para nosotros. Es a través de las escrituras que podremos ejercitar nuestros “oídos” espirituales para aprender a reconocer la voz de Dios.

Hay un ejemplo que siempre me ha gustado usar en ese sentido, y es el siguiente: Yo puedo reconocer la voz de mi familia al teléfono casi que de manera inmediata, pero ello se debe a que con regularidad (por no decir a diario) hablo con ellos a través del teléfono, esto me ha permitido “ejercitar” mi oído, permitiéndome reconocer su voz sin necesidad que se identifiquen.

De mi ejemplo parto hacia el siguiente postulado: ¿Quieres aprender a reconocer la voz de Dios? Escúchalo a Diario, ejercita tu oído espiritual, y podrás estar seguro del momento en el cual Él te está hablando. Sólo tu oración y tu comunión con Dios a través de su Palabra son los únicos medios que te permitirán conocer a tu Señor y Salvador.

Estamos Convencidos que hoy el Espíritu Santo te está esperando para tener comunión contigo y enseñarte más acerca de Jesús. Toma la decisión de “ejercitar” tus oídos espirituales y podrás experimentar una real comunión con Dios.

Douglas y Dayana García  

lunes, 11 de agosto de 2014

Convencidos de la Paternidad y el Propósito de Dios

Hoy es un día especial para mí y para mi esposa, además de serlo para mi familia, amigos y seres queridos: Hoy cumplo años.

Un nuevo año de vida representa, no sólo el haber recorrido un trozo del camino de la vida que ya de por sí nuestro Padre nos ha regalado, sino también un nuevo paso en la eternidad que nos depara como miembros del Reino de Los Cielos por la Gracia que se nos ha concedido en Cristo Jesús. Esto debemos comprenderlo bien.

Si hay algo que he aprendido a través de las Escrituras, es que ninguno de nosotros fue concebido por accidente. Lamentablemente hoy aún escucho frases como: “Fue un pelón”, “No contamos bien los días”, “No nos cuidamos”, “Fue producto de un error”, “Fue producto de la violencia”, y muchas otras, que si bien para algunos pudieran llegar a ser válidas, nos desvían de la genuina razón del porqué de nuestra existencia.

El rey David, inspirado por el Espíritu Santo, con el propósito de alabar el nombre de nuestro Dios y adorarle desde lo más profundo de su corazón escribió lo siguiente: Porque tú formaste mis entrañas;
Tú me hiciste en el vientre de mi madre.  Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras;
estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien.  No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra.  Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas”
. (Salmo 139: 13-16). En estas líneas el declaraba un verdad que debemos en todo tiempo divulgar.

Desde el momento en el cual fuimos destinados para ser creados, Jehová Dios determinó un propósito de vida para cada uno de nosotros. Si bien nuestro propósito primo es del de adorar y tener comunión con nuestro Creador, no es menos cierto que también jugamos un papel único en el plan de la creación, al punto que no hay siquiera dos personas que puedan ser similares, quizás haya semejanzas, pero jamás habrá dos personas iguales.

Nuestra invitación hoy es para que busques en lo secreto cada día ese propósito único por el cual fuiste creado, que intimes con tu Creador para que conozcas más y más de su corazón como Padre, ya que estamos Convencidos que estás llamado para impactar este mundo mediante la Gracias de nuestro Señor Jesucristo.

Douglas y Dayana García

jueves, 8 de mayo de 2014

Convencidos de que Dios nos hará Prosperar en todo

Hoy por hoy un tema que se ha vuelto cada vez más importante en la vida del cristiano es “La Prosperidad”. Este tema ha causado encuentros y desencuentros de opiniones, así como muchas diferencias acerca de la manera como se ha afrontado el tema.

Creo que lo primero que debemos hacer en este caso es definir qué es la prosperidad. Según la Real Academia Española, Prosperidad es “El curso favorable de las cosas”. Viéndolo de forma simple, quiere decir que prosperidad es la situación provechosa de cualquier emprendimiento que realicemos. Por ejemplo prosperidad es mis estudios serían buenas calificaciones, prosperidad en mi trabajo sería una buena remuneración y alcance de las metas establecidas, prosperidad en mi negocio sería una buena utilidad, prosperidad en mi cuerpo sería una buena salud, prosperidad en mi familia sería una buena relación entre todos los integrantes.

Ahora bien, como creyentes en Cristo, ¿cuál debe ser nuestra condición o posición acerca del tema de la prosperidad?

Si hay algo de lo cual estamos convencidos es que Dios desea prosperar cada una de nuestras relaciones y emprendimientos, pero si algo creo que está claro, es que el Señor también dejó claro algunas reglas o condiciones al respecto.

En el libro de Deuteronomio en su capítulo 28, de sus versos 1 y 2 dice lo siguiente: “Y acontecerá que si escuchas diligentemente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y para poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, Jehová tu Dios te pondrá en alto sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones y te alcanzarán, si escuchas la voz de Jehová tu Dios”.

Este pasaje bíblico habla sobre seguridad, victoria, abundancia, riqueza, sabiduría y descanso, cosas a las cuales particularmente creo que podemos con libertad llamar prosperidad. No obstante si hay algo que también está claro en este pasaje, es que una de las demandas de Dios para que esa prosperidad pueda alcanzarnos es la Obediencia.

Si realmente deseamos alcanzar la prosperidad de la cual nos habla la Palabra de Dios, debemos tener en cuenta que lo primero que debemos tener en consideración es la obediencia a sus mandamientos, no a una parte de ellos o a porciones que nos agraden, sino a una observancia constante de sus voluntad y el deseo y propósito de seguir sus preceptos de forma constante.

Cabe dentro de todo esto también realizar una pregunta: ¿Si no estoy siendo prosperado por Dios estoy en pecado o fallándole a él? Esta pregunta tiene una respuesta contundente, y es: No.

Hay muchas razones por la cual tal vez no hemos alcanzando plenamente esa prosperidad que deseamos, pero va más allá de si somos obedientes a los mandamientos de nuestro Dios. Algo que te puedo asegurar es que si aún no has visto de forma constante la bendición de Dios en tu vida en cada aspecto, es porque tal vez hay áreas donde nuestro Padre aún necesita trabajar contigo, siempre y cuando mantengas el principio de la obediencia a sus mandatos.

Hay un personaje de la escritura, uno de mis héroes bíblicos favoritos, a quien te ánimo que estudies y comprendas cómo Jehová Dios le usó para ser bendición a muchos, aún hasta nuestros días: el patriarca Josué.

Josué sucedió a Moisés en el liderazgo del pueblo de Israel, teniendo bajo su responsabilidad ingresar al pueblo a la Tierra Prometida. Él recibió una promesa y un mandato de nuestro Dios, el cual fue: “Mi siervo Moisés ha muerto; levántate pues ahora, y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel. Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pise la planta de vuestro pie. (Josué 1: 2-3).

Si bien Josué había sido formado a los pies de Moisés y había contemplado todos los milagros de Dios al salir Israel de Egipto, ahora recibía la orden de tomar la promesa de Dios y hacerla una realidad, pero sin la guía de su maestro. Ya Moisés no estaba y el Salvador le estaba entregando en sus manos la responsabilidad de guiar a su pueblo.

Pero el Señor le dio la clave para poder desarrollar esa empresa: “Solamente esfuérzate, y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a la derecha ni a la izquierda, para que prosperes en todas las cosas que emprendas. Este libro de la ley nunca se apartará de tu boca, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito, porque entonces harás prosperar tu camino y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo dondequiera que vayas”. (Josué 1: 7-9)

Si realmente anhelas ver la prosperidad en tu vida, te insto a que hagas lo que dijo Jesús en el sermón del Monte de Los Olivos: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”.

Convencidos en que Dios te hará prosperar en todas las cosas y te dará salud así como prospera tu alma (3 Juan 2), te instamos a que lo busques primeramente a Él y permitas que te use para su Reino como lo desea.

Dios te bendiga.

Douglas y Dayana García

viernes, 11 de abril de 2014

Practicando el amor en la justicia y la convivencia.

Hace unas noches mi esposa compartía conmigo esta porción de La Escritura: “No harás injusticia en el juicio, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande; con justicia juzgarás a tu prójimo. No andarás chismeando entre tu pueblo. No atentarás contra la vida de tu prójimo. Yo Jehová. No aborrecerás a tu hermano en tu corazón; razonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado. No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová”. (Levítico 19: 15-18)

En este mandato de nuestro Padre y Dios, nos está dando cinco puntos importantísimos, no sólo sobre obediencia a Él, sino también de convivencia con nuestro prójimo, cumpliendo de esta manera fielmente el resumen de la ley y los profetas, así como nos lo enseñó nuestro Maestro (Mateo 22:40).

Estoy Convencido que la práctica de la Escritura, más allá de nuestros diversos pensamientos e ideologías, es la única vía real que puede llevarnos a lograr una sana convivencia con nuestro prójimo, aunado a ello, como cristianos nuestra única guía de vida y de relación con el Salvador es a través de su Palabra.

Analizando un poco el texto bíblico podemos extraer lo siguiente:

1.     “No harás injustica en el juicio, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande; con justicia juzgarás a tu prójimo”: Lamentablemente es una debilidad de criterio propia de nuestra naturaleza pecaminosa, que en determinados casos nuestra “razón”, tienda a inclinarse por aquello a lo que somos afectos ideológica o sentimentalmente, sin importar que la objetividad y la verdad nos muestren todo lo contrario. No es pecado “pensar distinto”, pero sí nos puede llevar a pecar y trasgredir los mandatos de nuestro Señor, el torcer el derecho y la justica a conveniencia (Habacuc 1: 4).
Como creyentes y discípulos de Jesucristo debemos practicar la justicia según nos lo enseña su Palabra, incluso por encima de nuestras propias convicciones aprendidas a lo largo de nuestras vidas. Si no lo hacemos, no estamos siendo discípulos ni estamos amando a nuestro Redentor como Él nos lo demanda (San Juan 14: 15).
  
2.   “No andarás chismeando entre tu pueblo”: Es muy fácil ser juez a priori de las circunstancias que ocurren a nuestro derredor, sobre todo cuando la persona implicada no está presente, y cuando no hay forma de escuchar sus argumentos para defenderse o justificar sus ideas o acciones. El chisme es murmuración, y lamentablemente éste no tiende a ser edificante, sino destructivo, por ello nuestro Dios lo condena. Si queremos convivir sanamente con nuestro prójimo debemos alejarnos totalmente de la murmuración.

3.     “No atentarás contra la vida de tu prójimo”: El origen de las guerras y los asesinatos en la mayor parte de las ocasiones, se dan por una causa llamada “desacuerdo”, el cual no está sujeto únicamente a los pensamientos, sino a la conducta y dirección de vida que viven personas a diferencia de otras (expresiones, vestimentas, posesiones, etc). No es aceptable que dentro de la sociedad se justifique jamás la violencia, sin importar su origen (incluso si llegamos a tener algún tipo de afinidad con dicho origen). Como creyentes debemos en todo tiempo evitar involucrarnos con cualquier tipo de justificación de la violencia y la muerte.

4.     “No aborrecerás a tu hermano en tu corazón; razonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado”: Es indispensable que como creyentes convencidos de nuestra identidad, nos abstengamos de propiciar o mantener contiendas que nos lleven a permitir que en nuestro corazón pueda germinar la semilla del odio o el rencor, pues como hijos de Dios debemos practicar primeramente el amor y la tolerancia, pues nuestro principal objetivo es presentar a nuestro Salvador a todo el mundo, a fin de cumplir con nuestra suprema comisión.

5.   No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo”: Es muy probable que alguna oportunidad pasada, o incluso presente, fuésemos heridos, maltratados o incluso afectados en nuestra integridad física, emocional o incluso espiritual, no obstante ello no nos da carta abierta para tomar la justicia por nuestra propia mano. Nuestro Padre nos ha declarado lo siguiente. “Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor” (Hebreos 10: 30). Recordemos lo enseñado a través del apóstol Pablo: “No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres” (Romanos 12: 17-18).

Hoy más que nunca, en medio de las tribulaciones y los acontecimientos que suceden día a día, como creyentes debemos aferrarnos aún más a las Palabras de nuestro Señor, a fin de ser embajadores del Reino de Los Cielos.

No te voy a decir que ello es fácil o sencillo, pues nuestra naturaleza está opuesta a ello, pero si algo nos prometió Jesús es que no nos dejaría solos, por lo cual el apóstol Pablo nos recuerda en la carta escrita a los Romanos lo siguiente: “Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8: 3-4).

Te invito hoy a buscar a través del Espíritu Santo lo imposible para nosotros para poder ser ejemplo a los creyentes y no creyentes del amor y la fidelidad de nuestro Dios.

Dios te bendiga.

Douglas y Dayana García

sábado, 18 de enero de 2014

Acudiendo a nuestro Salvador

¿Está alguno de vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno de vosotros alegre? Cante alabanzas.  ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Ya la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. (Santiago 5: 13-14).

El apóstol Santiago, escribía a los creyentes con el fin de edificarlos y fortalecerlos. No es un secreto, que siendo cristianos, creyentes de la salvación en Cristo Jesús y siendo templo del Espíritu Santo día a día pasamos por diferentes circunstancias y situaciones que no son siempre del todo favorables, no obstante nuestro Señor no se olvida de ello.

El haber recibido el regalo de la Salvación, no nos exime de pasar por diferentes pruebas y dificultades, puede ser que muchas de esas situaciones no las entendamos ni comprendamos, pero bien nos dice el Espíritu Santo a través del apóstol Pablo en su carta escrita a los Romanos: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8: 28).

No obstante, nuestro Padre no permanece indiferente ante ninguna de estas circunstancias, todo lo contrario, nos muestra que está siempre dispuesto a escucharnos y a ayudarnos en aquello que necesitamos. Él nos ha permitido tener una puerta abierta a su trono a través de la oración, para que podamos acudir ante su presencia ante cualquier dificultad (Hebreos 4: 16).

Estamos Convencidos que nuestro Padre y Dios es Todopoderoso para socorrernos en cualquier situación difícil, sabemos que cuando la tempestad está sobre nosotros pareciera que no hubiera refugio suficiente, pues lamentablemente en los peores momentos es cuando comentemos el error de olvidar quien en más grande y más poderoso que nuestros problemas, pero si nos decidimos a hacer un alto y tomamos la determinación de rendirnos ante los pies del Maestro, podremos contemplar sus maravillas y un milagro podrá operar en nuestras vidas.

Te instamos a que practiques (aun cuando parezca difícil) la enseñanza dada a través del Apóstol Santiago, y acudas con confianza ante tu Rey, pues nada hay imposible para nuestro Dios (Lucas 1: 37)

Dios te bendiga.

Douglas y Dayana García

jueves, 16 de enero de 2014

Guardando la santidad del Cuerpo de Cristo


El apóstol Pablo en una oportunidad escribió lo siguiente a sus discípulos en Corinto: “Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis” (1ra. Corintios 5:11).

Pablo escribía preocupado a los corintios debido a que entre los hermanos se encontraba alguno que estaba practicando voluntariamente el pecado. Cuando el pecado entra y comienza a ser practicado por cualquier miembro de la Iglesia, ésta corre el riesgo de contaminarse y debilitarse, por lo cual Dios debe disciplinarla para su restauración.

Esto recuerda al momento en el cual Josué cayó derrotando ante un pueblo pequeño, después de haber tomado la ciudad de Jericó por medio del poder de Dios, el cual derrumbó los muros de una cuidad, pero luego permitió la caída en batalla de su pueblo contra un enemigo mucho más pequeño y débil.

Jehová Dios le declaró a Josué: “Israel ha pecado, y aun han quebrantado mi pacto que yo les mandé; y también han tomado del anatema, y hasta han hurtado, han mentido, y aun lo han guardado entre sus enseres. Por esto los hijos de Israel no podrán hacer frente a sus enemigos, sino que delante de sus enemigos volverán la espalda, por cuanto han venido a ser anatema; ni estaré más con vosotros, si no destruyereis el anatema de en medio de vosotros” (Josué 7:11-12)

Debemos entender como Iglesia que nuestra santidad personal y colectiva es un mandato de Dios, el cual debemos guardar y coguardar. Si bien la salvación es individual, como Iglesia somos un cuerpo, donde los unos a los otros nos necesitamos, en comunión y unidad. Si un miembro de la iglesia se encuentra en pecado se le debe corregir en amor y procurar que el mismo vuelva su mirada a Dios y proceda a arrepentirse (Hebreos 3:13), para así no perder la bendición y victoria colectiva que nuestro Padre desea derramar sobre nosotros.

Nuestro pastor Ian Achong siempre nos recordaba la pregunta que Caín hizo a Dios luego que éste asesinara a su hermano: ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano? (Génesis 4: 9), y la respuesta implícita era: Sí, sí lo eres, pues Dios le demandaba acerca de él. Por demás es necesario recordar que si amamos a Dios a quien no vemos, ¿cómo podemos no amar a nuestro hermano a quién si vemos? (1ra. Juan 4: 20).

El segundo gran mandamiento dicho por nuestro Señor es este (no menor que el primero): "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mateo 22: 37-40)

Estamos Convencidos que si guardamos nuestra santidad y velamos en amor los unos por lo otros para guardarnos, el Señor podrá glorificarse poderosamente en su cuerpo y podremos ver aún más de su amor y su poder.

Dios te bendiga.

Douglas y Dayana García.

domingo, 5 de enero de 2014

Estableciendo la Visión

En la última publicación compartíamos sobre la oportunidad que nuestro Salvador nos brinda con este nuevo año que comienza. Nuestro pastor Carlos Chacín hoy nos recordaba en su charla del día una frase que siempre le ha gustado compartir con nosotros: “Dios, es el Dios de las segundas oportunidades”, por demás nos recalcaba la necesidad de retomar la Visión que como congregación nos fue dada (Si quieres saber más al respecto visita la página web: www.grupocristianoapostolico.com).

Esto, conectado con lo anteriormente compartido a través de Convenci2 acerca el fin y comienzo de este nuevo año, nos llevó a un pasaje en la Palabra de Dios, contenido en el libro de Habacuc en su capítulo 2, versos 2 y 3: “Y Jehová me respondió, y dijo: Escribe la visión, y declárala en tablas, para que corra el que leyere en ella. Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará”.

Este inicio de año es un excelente momento, para que junto a Dios, en oración y comunión íntima con Él, puedas revisar, corregir y establecer cuál será tu Visión de vida para este año 2014, más allá de establecer metas a corto y mediano plazo, indagar en el corazón de Dios sobre tu Propósito, no sólo en lo personal, sino también en lo que anhela el corazón de nuestro redentor para tu vida.

Hemos sido “Redimidos” y “Salvados” por Gracia, pero no ha sido de forma gratuita. Nuestro Señor Jesús pagó con su vida nuestra Salvación. Recordar esto es indispensable al momento de comprender que nuestro caminar en este mundo es transitorio, y por demás no debe ser vano.

Estamos Convencidos que establecer tu Visión para este año te ayudará a canalizar y encausar tus esfuerzos de manera eficiente, aún más si permites que el Espíritu Santo te guíe en ello.

Un ejercicio que te recomendamos, es tomar un papel y escribir esa Visión, acompañada de las metas a corto, mediano y largo plazo que te ayudarán a alcanzarla, y tenerla siempre visible, para que cuando situaciones adversas te hagan pensar que “no lo puedes alcanzar”, la tabla con la Visión te recuerde aquello que junto a Dios estableciste, y que no puedes volver atrás.

Es necesario que tu Visión centre tres puntos importantes de tu vida:

1.   Espiritual: Tu crecimiento y tu relación con Dios siempre debe ocupar el primer lugar. Establece cuales objetivos y metas te pueden conducir a mejorar día a día tu relación con Dios. Da “pasos de bebé”, intenta poco a poco orar y leer tu Biblia con disciplina, comenzando diez minutos y con dos o tres capítulos al día, hasta que generes un hábito, el cual te permita realmente conectarte en comunión con Dios. ¿Estás compartiendo esta Salvación tan grande con aquellos que están cerca de ti? Comienza a hablar con tus amigos y familiares, recibe discipulado y comienza tú a hacer discípulos igualmente.

2.   Personal: En este punto se refiere a tu alma, tus emociones y tus anhelos personales (tus estudios, tu trabajo, tus relaciones familiares). Analiza bien los deseos de tu corazón, y llévalos ante tu Padre. ¿Quién te conoce mejor? Igualmente establece esos pasos de bebé que debes comenzar a dar para poder alcanzarlos y fíjate metas reales que te lleven a ello.

3.   Físicas: ¿Cómo está tu salud? ¿Puedes hacer algo para mejorarla? Hay algo que no debemos olvidar, nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo. No quiere esto decir que tienes que ahora correr a inscribirte en un gimnasio para tener el cuerpo perfecto, pero sí implica que debemos tomar responsabilidad contigo mismo en lo referente a tu cuidado.

Estamos Convencidos que este será un nuevo año, en el cual podrás, si lo propones en tu corazón, dar fruto en abundancia para tu Señor y Salvador.

Dios te bendiga.

Douglas y Dayana García