En una oportunidad cuando Jesús culminaba de orar, uno de sus discípulos
se acercó a él y le dijo lo siguiente: “Señor, enséñanos a orar, como también
Juan enseñó a sus discípulos” (Lucas 11:1). En esta porción del evangelio según
San Lucas, al igual que en el capítulo 6 del evangelio según San Mateo, podemos
ver al Señor enseñar una oración modelo muy conocida por todos: El Padre
nuestro.
Hoy es importante para aquel que quiere ser discípulo del Maestro,
comprender que no puede llegar a serlo sin una vida de oración. La oración no sólo
consiste en un monólogo o reflexión personal, sino de un momento de intimidad
donde podemos también escuchar su voz.
Nuestro pastor Jacobo Beomón compartía lo siguiente con nosotros: “Años
atrás nuestro pastor y maestro Ian Achong, nos enseñó tres aspectos
fundamentales que deben existir en la vida de todo verdadero creyente y que
representan el eje central de su vida espiritual. Estas son: Orar, oír y
obedecer a Dios.
Primero, no hay comunión, ni intimidad ni revelación de Dios sin
oración. Tu conversación con Dios cada día hará que las cosas cambien y
seas tú transformado como hijo de Dios.
Segundo, cuando oímos la voz de Dios aprendemos a distinguir entre el
bien y el mal, es decir, entre la verdad de Dios y la mentira del enemigo,
comenzando a seguirle, a fin de conocer su voluntad.
Tercero, cuando obedecemos a Dios, no es otra cosa sino hacer y llevar a
la práctica su voluntad se forma sumisa y diligente. Mientras más obedecemos
sin titubear, más será nuestra confianza en Él
¿Qué les parece? Orar, oír y obedecer. ¿Habrá alguna otra fórmula mejor
que esta?”.
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