El evangelio según San Lucas 24: 49, narra uno
de los últimos encuentros de nuestro Señor Jesucristo con sus discípulos y una
orden que les dio: “He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero
quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder
desde lo alto”. Dicho poder llegaría unos días después en la fiesta del
Pentecostés a través del bautismo del Espíritu Santo (Hechos 2:1-4).
Posteriormente el apóstol Pablo le preguntó a
los efesios: “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le respondieron: No, ni siquiera hemos oído si hay un Espíritu Santo” (Hechos 19:2). Al
conocer esto el apóstol procedió a hablarles y a explicarle sobre El Consolador
“Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y
hablaban en lenguas, y profetizaban” (Hechos 19:6).
¡Esto es lo maravilloso de nuestro Dios! Nos
brindó de su propio Espíritu, para que a través de su poder podamos dirigirnos
en su voluntad. Como dijo nuevamente el apóstol Pablo a los romanos: “Por lo
tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues
por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado
y de la muerte.
Dios te bendiga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario