martes, 31 de diciembre de 2013

Un nuevo año y un nuevo comienzo

Dice la Palabra de Dios en el libro de Apocalipsis 21: 5 “Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas”.

Hoy comienza un nuevo año, para muchos un días más, para otros una nueva oportunidad. Si bien, el año nuevo bíblico corresponde a la fiesta del Rosh Hashaná, la cual fue celebrada el día 25 de septiembre pasado, para aquellos que por una u otra razón desconocen esta celebración o no les ha sido debidamente enseñada, el día 01 de enero cobra un gran significado.

No es nuestro propósito entrar en este momento en un debate teológico al respecto, pero nos parece este momento oportuno, para que como creyentes Convencidos de la redención otorgada por gracias a través de nuestro Señor Jesucristo, meditemos sobre aquello que hemos alcanzado y aquello que aún está pendiete por lograr.

La Palabra de Dios dice: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma”. Este es el momento idóneo para emprender nuevos proyectos y fijarnos nuevas metas. Al principio citamos la revelación de Juan y las Palabras del Maestro: yo hago nuevas todas las cosas”.

Estamos plenamente Convencidos que si permancemos centrados en seguir al Señor y Salvador de nuestras almas sin dudar, este año podremos ver como los propósitos de nuestro Dios para con nuestras vidas comienzan a aflorar sin siquiera darnos cuenta, por demás nuestros sueños y metas no se quedarán rezagados pues nuestro Padre tambien desea que alcancemos aquello que anhelamos

Te instamos a que plenamente Convecido busques que tu espíritu y alma crezcan cada día más conforme a la semejanza de nuestro Señor Jesucristo, para que así puedas experimentar un año nuevo, lleno de fruto para Dios y lleno de éxitos para ti

Dios te continúe bendiciendo.

Douglas y Dayana García.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Maridos amad a vuestras mujeres

Hay una frase que siempre me decía mi cuñado Darry’s Sánchez: “El matrimonio es el mejor estado civil”. Hoy y cada día que pasa concuerdo más y más con su idea.

La Palabra de Dios en el libro de los Efesios en su capítulo 5, entre los versos 21 al 33 nos dice lo siguiente: “Someteos unos a otros en el temor de Dios. Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia. Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido”.

Hoy, por la misericordia de Dios estoy cumpliendo cuatro maravillosos y perfectos años de matrimonio; y no quiero ser exagerado, egocéntrico u orgulloso al decirlo, pues a pesar de haber enfrentado en estos bellos cuatro años con mi esposa, diferentes dificultades, diferencias, desacuerdos y todos los inconvenientes típicos de conducir una relación entre dos personas emocional, física e intelectualmente diferentes, puedo dar testimonio de que el Espíritu Santo ha estado con nosotros para ayudarnos a sobrellevar nuestras cargas, perdonarnos mutuamente cuando ha sido necesario y a pesar de las dificultades permanecer unidos. El significado de matrimonio sólo se puede entender realmente cuando permites que Dios forme parte de él, Él es ese tercer componente de esta maravillosa unión.

Ahora bien, analizando un poco esta porción de la escritura, me pude percatar que para el Señor, la relación que desea mantener con nosotros como su pueblo, es precisamente la de un esposo (Él) y una esposa (la Iglesia), donde recalca aún más la importancia que reviste el matrimonio, y por ende también hace hincapié, en el modelo original diseñado por Dios.

Hoy la rivalidad que el mundo ha creado entre hombres y mujeres ha desvirtuado cada vez más al matrimonio, puesto que nos inculcan en todas las corrientes de información y pensamiento que uno debe ser superior al otro, o se debe pelear continuamente por mostrar y/o mantener la superioridad entre sexos, pero el plan de Dios nunca fue así.

El matrimonio es una sujeción común a Dios, donde sí, el hombre fue colocado por Dios como cabeza, pero como siempre dice y nos ha enseñado nuestra pastora Mery de Bencomo: “Si bien el hombre es la cabeza, la mujer es el cuello”. ¿Qué quiere decir esto? Dios constituyó a la mujer como “ayuda idónea” del hombre, es decir, su ayuda necesaria para todo.

El apóstol Pablo decía en su carta: “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo”. Esto no quiere decir que la mujer deba obviar su personalidad ni mucho menos borrar o bloquear su manera de pensar, todo lo contrario. Si bien reconoce la autoridad de su esposo y permite que sea él quien lleve el timón del hogar, tiene el peso de saber ser consejera, motor y ancla a la vez, porque la alegoría del discípulo de nuestro maestro, es que el esposo toda decisión que tome la tomará en función del mutuo beneficio de ambos, sacrificando si es necesario sus propios intereses.

Pablo no olvida al hombre, todo lo contrario, le recuerda el peso y la importancia que reviste la autoridad delegada por Dios sobre él: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos”. Nuestro redentor nos demanda, no nos sugiere, ni mucho menos nos aconseja a los hombres sobre nuestra posición, conducta y forma de proceder en el matrimonio. El Salvador nos insta a tomar la misma posición que Él asumió y que lo condujo a la cruz: Ser capaces de dar todo sin reservas, incluso nuestra vida misma por amor a nuestra esposa, pues se nos demandará su cuidado y su condición delante de su trono algún día.

El apóstol Pablo finalmente nos recuerda: “Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia. Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido”. El matrimonio es la manifestación más próxima al deseo de nuestro Salvador para con su Iglesia, si comprendemos, valoramos y mantenemos ese vínculo perfecto que Él diseñó, estoy Convencido plenamente, que comenzaremos a ver, sentir y vivir cada día la experiencia maravillosa de la salvación de una manera diferente y especial.

Douglas García


Hoy Amada Esposa te deseo un muy, pero muy feliz aniversario y te agradezco por cada segundo que has estado a mi lado. TE AMO DAYANA.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Mi confianza está puesta en Jehová

La Palabra de Dios en el libro de Los Salmos en sus capítulo 27: 1-6 nos habla de la siguiente manera: “Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme? Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos, para comer mis carnes, ellos tropezaron y cayeron. Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado. Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo. Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; me ocultará en lo reservado de su morada; sobre una roca me pondrá en alto. Luego levantará mi cabeza sobre mis enemigos que me rodean, y yo sacrificaré en su tabernáculo sacrificios de júbilo; cantaré y entonaré alabanzas a Jehová”.

El rey David cuando escribió estas letras, inspirado por el Espíritu Santo, no se encontraba en el mejor momento de su vida, quizás el momento exacto en el cual se encontraba era en medio de una batalla de las muchas que peleó, o incluso era cuando se encontraba huyendo del rey Saúl cuando éste buscaba matarle.

El Espíritu Santo hoy desea hablarnos a través de esta escritura nuevamente, para recordarnos algo muy importante, y eso es que mientras nuestras confianza esté siempre en él no tenemos porque desmayar por la angustia y la preocupación.

David declaraba poderosos principios de vida para el creyente, los cuales requieren que nuestra fe se mantenga firme y sin tambalear, para que podamos ver en nuestro día a día la poderosa mano de Dios.

1.     Si estoy Convencido que Jehová es mi luz y salvación, no tengo por temer, mi Padre me guardará siempre de todo mal, pues Él es mi fortaleza, y como mi Padre Él me guardará.

2.     Aún cuando los problemas parecieran que me arropan y no me dejan escape, si mi confianza está en Él, puedo estar Convencido que Él me librará.

3.     Si mi prioridad es estar en su presencia cada día, nada que el mundo pueda hacer contra mí me dañará, pues Él me esconderá y me guardará.

4.     Si descanso en Él, puedo estar Convencido que mi recompensa vendrá de su parte sin defecto y sin mengua, por lo cual mi prioridad debe ser dar mi vida para su gloria y alabanza.

Te animo a no desmayar ni a dudar que el Padre de los cielos y Dios todo poderoso guardará tu vida en todo momento si estás Convencido que él puede hacerlo y además te insto a darle por ello la gloria y la honra en todo momento.
Dios te bendiga.

Douglas y Dayana García

domingo, 21 de abril de 2013

Del pastor a su discípulo: La disciplina del Señor


El apóstol Pablo en una oportunidad escribió lo siguiente a sus discípulos en Corinto: “Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis” (1ra. Corintios 5:11).

Pablo escribía preocupado a los corintios debido a que entre los hermanos se encontraba alguno que estaba practicando voluntariamente el pecado. Cuando el pecado entra y comienza a ser practicado por cualquier miembro de la Iglesia, ésta corre el riesgo de contaminarse y debilitarse, por lo cual Dios debe disciplinarla para su restauración.

Esto recuerda al momento en el cual Josué cayó derrotando ante un pueblo pequeño, después de haber tomado la ciudad de Jericó por medio del poder de Dios, el cual derrumbó los muros de una cuidad, pero luego permitió la caída en batalla de su pueblo contra un enemigo mucho más pequeño y débil.

Jehová Dios le declaró a Josué: “Israel ha pecado, y aun han quebrantado mi pacto que yo les mandé; y también han tomado del anatema, y hasta han hurtado, han mentido, y aun lo han guardado entre sus enseres. Por esto los hijos de Israel no podrán hacer frente a sus enemigos, sino que delante de sus enemigos volverán la espalda, por cuanto han venido a ser anatema; ni estaré más con vosotros, si no destruyereis el anatema de en medio de vosotros” (Josué 7:11-12)

Debemos entender como Iglesia que nuestra santidad personal y colectiva es un mandato de Dios, el cual debemos guardar y coguardar. Si bien la salvación es individual, como Iglesia somos un cuerpo, donde los unos a los otros nos necesitamos, en comunión y unidad. Si un miembro de la iglesia se encuentra en pecado se le debe corregir en amor y procurar que el mismo vuelva su mirada a Dios y procesa a arrepentirse (Hebreos 3:13), para así no perder la bendición y victoria colectiva que nuestro Padre desea derramar sobre nosotros.

Dios te bendiga.

Douglas y Dayana García.

jueves, 18 de abril de 2013

Del pastor a su discípulo: ¡Confiando en Dios!


Nuestro pastor Jacobo Beomón compartió esta porción de la escritura en el Salmo 121 con nosotros: "Alzaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra. No dará tu pie al resbaladero, ni se dormirá el que te guarda. He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel. Jehová es tu guardador; Jehová es tu sombra a tu mano derecha. El sol no te fatigará de día, ni la luna de noche. Jehová te guardará de todo mal; Él guardará tu alma. Jehová guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre". Amén.

¿De dónde esperas recibir tú la ayuda? ¿De Dios o de alguna otra persona, evento o cosa? Este salmo en su totalidad te expresa cuánto nuestro Dios te cuida y te protege, porque te ama. Su cuidado y protección no se limitan sólo a tu realidad actual, sino que dice: Desde ahora y para siempre.

Si nuestra confianza está puesta debidamente en nuestro redentor, quien nos salvó del pecado y de la muerte, ¿cuánto más no nos librará de peligros de esta vida si confiamos plenamente en Él?

Hoy te invitamos a confiar plenamente en tu Salvador.

Dios te bendiga.

Douglas y Dayana.

lunes, 15 de abril de 2013

Del pastor a su discípulo: Investidos por el poder del Espíritu Santo


El evangelio según San Lucas 24: 49, narra uno de los últimos encuentros de nuestro Señor Jesucristo con sus discípulos y una orden que les dio: “He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto”. Dicho poder llegaría unos días después en la fiesta del Pentecostés a través del bautismo del Espíritu Santo (Hechos 2:1-4).

Posteriormente el apóstol Pablo le preguntó a los efesios: “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le respondieron: No, ni siquiera hemos oído si hay un Espíritu Santo” (Hechos 19:2). Al conocer esto el apóstol procedió a hablarles y a explicarle sobre El Consolador “Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban” (Hechos 19:6).

¡Esto es lo maravilloso de nuestro Dios! Nos brindó de su propio Espíritu, para que a través de su poder podamos dirigirnos en su voluntad. Como dijo nuevamente el apóstol Pablo a los romanos: “Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte.

Dios te bendiga.

Douglas y Dayana García.

miércoles, 10 de abril de 2013

Del pastor a su discípulo: Amar con el amor de Dios


Compartiendo con nosotros acerca del amor, nuestro pastor citó la primera carta del apóstol Pablo escrita a los Corintios en su capítulo 13:4-13: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño. Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido. Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor “.

Hoy por hoy hay muchísimos mensajes y opiniones acerca del amor, sobre “diferentes tipos de amor”, sobre momentos, tiempos y etapas de amor, no obstante el mensaje del Espíritu Santo hoy a la Iglesia es mucho más fuerte y contundente: “Ámense unos a otros como yo os he amado” (San Juan 13:34).

Nuestro Señor Jesús nos dio el mejor ejemplo de amor, el cual Pablo sintetiza de manera maravillosa en su carta a los corintios. Es tiempo de amar como el Maestro nos amó, sin guardar nada y dando todo si esperar nada a cambio. Es tiempo de crecer y permitir que lleguemos a ser como fuimos formados por nuestro Dios, no poniendo las cosas en lo pasajero, sino en lo único que permanece para siempre: el Amor.

Dios les bendiga. 

Del pastor a su discípulo: Comunión con Dios.


En una oportunidad cuando Jesús culminaba de orar, uno de sus discípulos se acercó a él y le dijo lo siguiente: “Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos” (Lucas 11:1). En esta porción del evangelio según San Lucas, al igual que en el capítulo 6 del evangelio según San Mateo, podemos ver al Señor enseñar una oración modelo muy conocida por todos: El Padre nuestro.

Hoy es importante para aquel que quiere ser discípulo del Maestro, comprender que no puede llegar a serlo sin una vida de oración. La oración no sólo consiste en un monólogo o reflexión personal, sino de un momento de intimidad donde podemos también escuchar su voz.

Nuestro pastor Jacobo Beomón compartía lo siguiente con nosotros: “Años atrás nuestro pastor y maestro Ian Achong, nos enseñó tres aspectos fundamentales que deben existir en la vida de todo verdadero creyente y que representan el eje central de su vida espiritual. Estas son: Orar, oír y obedecer a Dios.

Primero, no hay comunión, ni intimidad ni revelación de Dios sin oración. Tu conversación con Dios cada día hará que las cosas cambien y seas tú transformado como hijo de Dios.

Segundo, cuando oímos la voz de Dios aprendemos a distinguir entre el bien y el mal, es decir, entre la verdad de Dios y la mentira del enemigo, comenzando a seguirle, a fin de conocer su voluntad.

Tercero, cuando obedecemos a Dios, no es otra cosa sino hacer y llevar a la práctica su voluntad se forma sumisa y diligente. Mientras más obedecemos sin titubear, más será nuestra confianza en Él

¿Qué les parece? Orar, oír y obedecer. ¿Habrá alguna otra fórmula mejor que esta?”.

Dios les bendiga.

Del pastor a su discípulo: La victoria de Cristo.


El apóstol Pablo movido por el Espíritu Santo escribió a los corintios en su primera carta los siguiente: “He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? (1ra. Corintios 15: 51-55)

En la cruz del Gólgota, al momento de nuestro Señor Jesús entregar su vida en rescate por nosotros, pagó el precio demandado por nuestros pecados (Romanos 6:23), restituyéndonos como era al principio de la creación, según plan divino original, donde la muerte no era el destino deparado para el hombre.

¡Cristo venció a la muerte y nos da la seguridad de vivir por la eternidad!

Dios les bendiga.

martes, 9 de abril de 2013

Del pastor a su discípulo: El poder de tus palabras y el perdón.


El pastor Jacobo Beomón compartió esto con sus discípulos: Mateo 21-22: “Ustedes han oído que se dijo a sus antepasados: “No mates, y todo el que mate quedará sujeto al juicio del tribunal.” Pero yo les digo que todo el que se enoje con su hermano quedará sujeto al juicio del tribunal. Es más, cualquiera que insulte a su hermano quedará sujeto al juicio del Consejo. Pero cualquiera que lo maldiga quedará sujeto al juicio del infierno”.

Debemos aprender a controlar el enojo y dejar de ser tan impulsivos. Esto sólo es posible a través de la ayuda del Espíritu Santo, ¡solos no! Hay que pensar muy bien lo que decimos antes de hablar. Las palabras tienen poder para construir o derribar, como dice la escritura “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios” (Hebreos 11: 3a).

Es tiempo de perdonar, de olvidar y cambiar de actitud. Dicen que el perdón actúa en la fuerza del amor. ¡Y si Dios es amor, puedes elegir lo mejor! Cuando eliges perdonar, todo tu ser se purifica, se libera y la libertad llena tu alma.

Dios te bendiga.

domingo, 7 de abril de 2013

Del pastor a su discípulo: Regocijaos en el Señor


La carta del apóstol Pablo a los Filipenses en su capítulo 4:4-7 dice: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús".

¿Quién no se ha preocupado por lo que está pasando a nuestro alrededor? Delincuencia, crisis económica, desempleo, enfermedad y paremos de contar. Sin embargo nuestro Padre y Dios nos dice: ¡Regocijaos!

En ningún momento nuestro Dios nos está diciendo que debemos olvidar ocuparnos de aquello que nos corresponde o son nuestras responsabilidades, sino que a pesar de las circunstancias, y aún cuando pareciera que se avecina una tormenta, podemos llegar ante nuestro Padre, y en oración hacerle conocer nuestras necesidades, creyendo que Él podrá en todo tiempo fortalecernos, guardarnos y suplir todas y cada una de nuestras necesidades.

Recordemos a David: “¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío”. (Salmos 43:5).

Dios te bendiga.

Douglas y Dayana García.

Del pastor a su discípulo: Velad y orad


El evangelio de Lucas en su capítulo 17:26-30 dice: “Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre. Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos. Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste”.

Efectivamente desconocemos cuando será el día y la hora en la cual nuestro Salvador regresará (tema que puede ser ampliamente estudiando en su oportunidad), no obstante debemos en todo tiempo estar atentos de cuales son nuestras acciones y no descuidar nuestra comunión con el Padre, nuestra santidad, nuestro compromiso y relación con el dador de la vida, quien pagó el precio para rescatarnos de nuestros pecados y la muerte.

Las situaciones de hoy, así como la presión que el mundo ejerce cada vez mayor sobre los creyentes, pueden tender a desviar nuestra mirada de nuestro Señor y Salvador. Del mismo modo los deleites o las preocupaciones que se presentan a diario y que nos alejan de nuestro Dios están a la orden del día.

El mensaje nuestro Señor Jesús al respecto: ¡Tengan cuidado! No dejen que su corazón se entorpezca. No sean desprevenidos. No podemos ser como la ola del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a la otra, pues ello no será agradable a nuestro Señor (Santiago 1:6-7). Por demás, nuestro enemigo el diablo, el cuando anda como león rugiente, sólo desea destruirnos (1ra Pedro 5:8)

Dios te bendiga.

Douglas y Dayana García.

Del pastor a su discípulo: Activa tu fe y libera tu sanidad


La Gran Comisión de Jesús fue: “Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones”. Dentro de este mandato, nuestro pastor Jacobo Beomón ha ido compartiendo con nosotros una serie de pequeñas enseñanzas a fin de desarrollar en nosotros discípulos, las cuales deseamos comenzar a transmitir a través de Convenci2.

El libro de Marcos en su capítulo 5:25-34 reza: “Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre, y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastando todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor, cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto. Porque decía: Si tocare tan solamente su manto seré salva. Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote. Luego Jesús, conociendo en sí mismo el poder que había salido de él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos? Sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quien me ha tocado? Pero él miraba al rededor para ver quien había hecho esto. Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad. Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; vé en paz, y queda sana de tu azote". 

El poder de Jesús “fue liberado” sobre la vida de esa mujer debido a que ella actuó movida por su fe (la fe sin obras es muerta Santiago 2:17). Nuestro Señor Jesús nos está diciendo hoy: “Activa tu fe en Mí y libera mi sanidad sobre ti”.

Hoy estamos Convenci2, lo cual queremos compartir contigo, que Jesús nos está llamando a “Activar nuestra fe”, ya que si lo hacemos, sanará nuestras dolencias y enfermedades, liberará su bendición sobre nuestras vidas y nos transformará para poder vivir cada vez más la vida en abundancia que Él nos prometió (Juan 10:10).

Dios te bendiga.

Douglas y Dayana García.